El proceso de elaboración de la miel da comienzo cuando la lluvia riega los campos y hace crecer las plantas florales de las que las abejas recolectan néctar. Dependiendo del néctar de una flor u otra, se obtienen diferentes mieles.
Las abejas encargadas de la recolección son las llamadas pecoreadoras. Estas absorben con sus lenguas el néctar de las flores que encuentran, para luego almacenarlo en su buche y transportarlo a la colmena. Allí, las pecoreadoras entregan el néctar a sus compañeras, las abejas obreras, y vuelven a salir en busca de más néctar.
Es, durante este proceso, cuando se lleva a cabo la polinización. Las abejas, al posarse sobre las flores para extraer néctar, atrapan los granos de polen que se sitúan en los estambres, los órganos masculinos de las flores. Al posarse sobre otra flor, los granos se desprenden sobre el estigma, el conducto que conecta los óvulos de la flor con el exterior. Al caer al interior del órgano femenino de la flor, se produce la fecundación y germinación haciendo posible la producción de semillas y frutos.
Las abejas obreras, una vez reciben el néctar, comienzan a realizar el procesado natural de la miel. Para ello, se pasan el néctar unas a otras, enriqueciéndolo con encimas que ellas mismas producen, y lo depositan sobre los panales, en el interior de unas celdillas.
Durante varios días, y dependiendo de las condiciones de humedad y temperatura, el néctar ira madurando. Cuando las abejas comprueban que la miel está lista para guardarse, sellan las celdillas con una fina de cera. Este proceso se denomina operculación. Cuando la temporada de flores concluye, el apicultor ya puede extraer la miel de la colmena. Este es sin duda, el momento más importante de nuestro trabajo.
La cosecha se realiza sobre los primeros meses de verano. La miel se encuentra por toda la colmena, pero solo se recoge aquella que se sitúa en unas alzas donde se almacena el excedente que han producido las abejas. De esta forma aseguramos que la colmena tenga alimento y conserve la mayor parte de la producción para su propio uso.
Durante la apertura de la colmena y la retirada de las alzas se aplica humo con la ayuda de un ahumador. Así se aleja a las abejas y evitamos que puedan atacar o picar mientras trabajamos. Es importante que el apicultor cuente con una vestimenta y equipo adecuado para llevar a cabo la tarea sin problemas o incidentes.
Una vez retiradas las alzas, se procede a la extracción de la miel en nuestras instalaciones. Unas naves con un grado de humedad baja y alta temperatura que permiten mantener las propiedades de la miel intactas. Así como bien cerradas y aisladas para evitar el acceso de las abejas a su interior.
Primero, retiramos la película protectora de cera que cubre las celdas usando unas cuchillas especiales. Es necesario inspeccionar cuidadosamente cada uno de los marcos para asegurarse que no haya larvas en ellos.
Después, y mediante unas máquinas llamadas extractores, que tienen un funcionamiento parecido al de una lavadora, se giran los marcos para que por medio de la fuerza centrífuga, la miel sea expulsada de las celdas y enviada al fondo de la máquina, donde se recupera por medio de un grifo, filtrada con un tapiz y almacenada.
Finalizado este proceso se procede al almacenaje de los cuadros y las alzas hasta el inicio de la siguiente floración.
La miel es decantada, para la eliminación de impurezas, dentro de un recipiente denominado madurador entre unos tres a siete días. Una vez finalizado este proceso, la miel ya está lista para su envasado, distribución y consumo.
De esta forma, en Miel Del Panal procuramos un sistema de producción de miel circular, respetuoso con el medio ambiente, y propio. Cosechamos, envasamos y vendemos la miel nosotros mismos, sin pasar por más manos que las nuestras y garantizando con ello el mejor precio del mercado.